Solo se podía imaginar qué pensamientos pasaban por la cabeza de Graham al ver la palma abierta de Quinn. Incluso para él, al nivel en el que estaba, podía sentir la sangre hormigueo en todo su cuerpo.
—Tú... realmente has alcanzado un reino diferente por encima del mío... —Graham murmuró—. Estaba tan cerca, pero ahora nunca lo sabré.
Viendo todo a su alrededor, la masa terrestre del planeta siendo destruida por los tornados de sangre, los relámpagos rojos cuyo solo toque tal vez podría destruir a cualquiera. Era como si Graham supiera que ya no había nada que pudiera hacer.
Quinn movió su mano hacia abajo muy rápido y, con ello, desde el cielo mismo, un gigantesco haz rojo disparó hacia Graham. En ese momento, todos los tornados de sangre y relámpagos se movieron hacia el objetivo. Las nubes rojas desaparecían y toda la sangre se unía al único haz de ataque.
