—Nunca esperé que esto sucediera. ¿Te embarazaste de este hombre y ahora vienes a restregármelo en la cara, especialmente después de que te dije que solo te embarazaras de un solo hombre? —interrogó a Jazmín, que había permanecido callada, bajando la cabeza, escuchando en silencio su conversación.
—Pensé que ya me habías desheredado, así que ¿por qué deberías preocuparte por quién estoy embarazada? —lo cuestionó Jazmín, levantando la cara para mirar a su padre.
—¿Cómo te atreves a hablarme así? —exigió el Sr. Davis, asegurándose de que su voz no fuera demasiado alta para atraer al alcaide masculino que había venido antes a advertirle—. No te atrevas a olvidar que todavía soy tu padre y, de hecho, deberías sentirte avergonzada de ti misma. Encarcelaste a tu padre y lo visitas regularmente en la cárcel como si todo estuviera bien. Deberías sentir vergüenza de ti misma, Felicia —escupió.
